La autobiografía de Dayanund Saraswati Swami.

The Theosophist Volumen 1, Bombay (Mumbai) Octubre de 1879, Autobiography of Dayanund Saraswati Swami. Parte 1.


(N.T debido al poco conocimiento que tengo de algunos terminos orientales (a no ser que sean del Glosario Teosófico) o a las palabras que usa Swami ya sea para describir cosas o lugares, he decidido dejar dichas palabras tal y como aparecen en la version original tal cual él las escribio para the Theosophist.)


ARYA PRAKASH.

LA AUTOBIOGRAFÍA DE DAYANUND SARASWATI SWAMI.


[Escrita por él expresamente para The THEOSOPHIST].


     Fue en una familia brahmánica de la casta Oudichya, en una ciudad perteneciente al Rajá de Morwee, en la provincia de Kattiawar, donde en el año de Samvat de 1881 nací yo, ahora conocido como Dayanund Saraswati. Si desde el principio me he abstenido de dar los nombres de mis padres y de la ciudad en la que reside mi familia, es porque mi deber me lo ha impedido. Si alguno de mis parientes hubiera vuelto a saber de mí, me habría buscado. Y entonces, una vez más cara a cara con ellos, me habría incumbido seguirlos. Tendría que volver a tocar el dinero*, servirles y atender sus necesidades. Y así, la santa obra de la Reforma, a la que me he dedicado toda mi vida, habría sufrido irremediablemente por mi retirada forzosa de ella.

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* Ningún Swami o Sannyasi puede tocar el dinero, o hacer personalmente ningún negocio monetario. - [ED. THEOS.]


     Apenas tenía cinco años cuando empecé a estudiar los caracteres Devanagari, y mis padres y todos los ancianos comenzaron a adiestrarme en los modos y prácticas de mi casta y familia; haciéndome aprender de memoria la larga serie de himnos religiosos, mantras, Estancias y comentarios. Y no tenía más que ocho años cuando me invistieron con el cordón sagrado brahmánico (triple hilo), y me enseñaron el Gayatri Sandhya con sus prácticas, y el Yajur Veda Sanhita precedido por el estudio del Rudradhayya.* Como mi familia pertenecía a la secta de Siva, su mayor objetivo era iniciarme en sus misterios religiosos; y así me enseñaron pronto a adorar el tosco trozo de arcilla que representa el emblema de Siva, conocido como el Parthiwa Lingam. Pero como este culto conlleva muchos ayunos y privaciones, y yo tenía la costumbre de comer temprano, mi madre, temiendo por mi salud, se opuso a que lo practicara a diario. Pero mi padre insistía severamente en su necesidad, y esta cuestión se convirtió finalmente en fuente de eternas disputas entre ellos. Mientras tanto, yo estudiaba la gramática sánscrita, aprendía los Vedas de memoria y acompañaba a mi padre a los santuarios, templos y lugares de culto a Siva. Su conversación giraba invariablemente en torno a un tema: hay que rendir la mayor devoción y reverencia a Siva, pues su culto es el más divino de todas las religiones. Así continué hasta que cumplí los catorce años, cuando, habiendo aprendido de memoria todo el Yajur Veda Sanhita, partes de los otros Vedas, del Shabda Rupavali y la gramática, completé mis estudios.


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* Rudradhyaya es un capítulo sobre Rudra (un nombre de Siva) (Ibid).


     Como la casa de mi padre era un banco y, además, ocupaba el cargo -hereditario en mi familia- de Jamadar [El cargo de "Jamadar" responde al de Recaudador de Rentas de una ciudad, combinando el de Magistrado, al mismo tiempo], estábamos lejos de ser pobres, y las cosas, hasta el momento, habían ido muy agradablemente. Siempre que había que leer y explicar un Siva Puran, mi padre me llevaba con él, y finalmente, sin importarle las protestas de mi madre, me exigió imperativamente que empezara a practicar el Parthiwa Puja. [Parthiwa Puja es la ceremonia relacionada con la adoración de un lingham de arcilla, el emblema de Siva.] Cuando llegó el gran día de penumbra y ayuno, llamado Sivaratree [los Vishnuvitas o adoradores de Vishnu, los mayores enemigos de los Sivitas o adoradores de Siva, celebran en este día un festival para burlarse de sus oponentes religiosos [Ib. ]], este día siguiente al 13 de Vadya de Magh [el undécimo mes del año hindú] mi padre, a pesar de la protesta de que mis fuerzas podrían fallar, me ordenó ayunar, añadiendo que tenía que ser iniciado esa noche en la leyenda sagrada, y participar en la larga vigilia de esa noche en el templo de Siva. En consecuencia, le seguí, junto con otros jóvenes, que acompañaban a sus padres. Esta vigilia se divide en cuatro partes llamadas praharas, de tres horas cada una. Una vez completada mi tarea, es decir, habiendo permanecido sentado durante los dos primeros praharas, hasta la medianoche, observé que los pujaris, o servidores del templo, y algunos de los devotos laicos, después de haber abandonado el templo interior, se habían quedado dormidos fuera. Como me habían enseñado durante años que, al dormir esa noche en particular, el devoto perdía todo el buen efecto de su devoción, traté de evitar la somnolencia bañándome los ojos, de vez en cuando, con agua fría. Pero mi padre tuvo menos suerte. Incapaz de resistir la fatiga, fue el primero en dormirse, dejándome a mí solo en la vigilancia. . .


     Pensamientos y pensamientos se agolpaban sobre mí, y una pregunta tras otra surgía en mi perturbada mente. ¿Es posible -me pregunté- que esta semblanza de hombre, el ídolo de un Dios personal, que veo cabalgando su toro ante mí, y que, según todos los relatos religiosos, camina, come, duerme y bebe; que puede sostener un tridente en la mano, golpear su dumroo (tambor) y pronunciar maldiciones sobre los hombres, -es posible que pueda ser el Mahadeva, la gran Deidad? ¿El mismo que es invocado como el Señor de Kailasa (Kailash) [un pico montañoso del Himalaya, -donde se cree que está situado el cielo de Siva (Ib.)], el Ser Supremo y el Héroe Divino de todas las historias que leemos de él en los Puranas (Escrituras)? Incapaz de resistirme por más tiempo a semejante pensamiento, desperté a mi padre, pidiéndole bruscamente que me iluminara; que me dijera si aquel espantoso emblema de Siva en el templo era idéntico al Mahadeva (Gran Dios) de las Escrituras, o alguna otra cosa. "¿Por qué lo preguntas?", dijo mi padre. "Porque", respondí, "me parece imposible conciliar la idea de un Dios Omnipotente y viviente, con este ídolo, que permite que los ratones atropellen su cuerpo y permite así que su imagen sea contaminada sin la menor protesta". Entonces mi padre trató de explicarme que esta representación en piedra del Mahadeva de Kailasa, habiendo sido consagrada por los santos brahmanes, se convirtió, en consecuencia, en el dios mismo; y es adorada y considerada como tal; añadiendo que como Siva no puede ser percibido personalmente en este Kali Yuga -la edad de la oscuridad mental-, de ahí que tengamos el ídolo en el que el Mahadeva de Kailasa es imaginado por sus devotos; este tipo de adoración complace a la gran Deidad tanto como si, en lugar del emblema, estuviera allí él mismo. Pero la explicación no llegó a satisfacerme. Yo, joven como era, no podía dejar de sospechar que todo aquello era una mala interpretación y un sofisma. Sintiéndome débil por el hambre y la fatiga, rogué que se me permitiera volver a casa. Mi padre accedió y me despidió con un sepoy, reiterando una vez más su orden de que no comiera. Pero cuando, una vez en casa, le conté a mi madre mi hambre, ella me alimentó con dulces, y caí en un profundo sueño.


     Por la mañana, cuando mi padre regresó y supo que yo había roto el ayuno, se enfadó mucho. Trató de convencerme de la enormidad de mi pecado; pero, por mucho que él hiciera, yo no podía creer que aquel ídolo y Mahadeva fueran el mismo Dios y, por lo tanto, no podía comprender por qué se me obligaba a ayunar y a adorar al primero. Tuve, sin embargo, que disimular mi falta de fe, y alegar como excusa para abstenerme del culto regular, mi estudio ordinario, que realmente me dejaba poco o más bien ningún tiempo para ninguna otra cosa. En esto fui fuertemente apoyado por mi madre, e incluso por mi tío, que defendieron mi causa tan bien que mi padre tuvo que ceder finalmente y permitirme dedicar toda mi atención a mis estudios. En consecuencia, los amplié a "Nighanta"; [una obra médica. Hay un tratado titulado Nighanta en los Vedas [Ib.]]. "Nirukta," [otro tratado védico] "Purvamimansa," [Primer mimansa] y otros Shastras, así como a "Karmakand" (Karma Kāṇḍa) o el Ritual.


     En la familia había, además de mí, dos hermanas menores y dos hermanos, el menor de los cuales nació cuando yo ya tenía dieciséis años. Una noche memorable, mientras asistíamos a un festival de nautch [canto y baile a cargo de mujeres profesionales [Ib.]] en casa de un amigo, un criado vino a buscarnos desde casa con la terrible noticia de que mi hermana, una niña de catorce años, acababa de contraer una enfermedad mortal. A pesar de toda la asistencia médica, mi pobre hermana expiró en cuatro ghatkas [aproximadamente media hora [Ib.]], después de que hubiéramos regresado. Era mi primer duelo, y el golpe que recibió mi corazón fue enorme. Mientras amigos y parientes sollozaban y se lamentaban a mi alrededor, yo permanecía como petrificado y sumido en un profundo ensimismamiento. El resultado fue una serie de largas y tristes meditaciones sobre la inestabilidad de la vida humana. Ninguno de los seres que han vivido en este mundo ha podido escapar a la fría mano de la muerte", pensé. "Yo también puedo ser arrebatado y morir en cualquier momento". ¿Adónde, pues, me dirigiré para encontrar un medio de aliviar esta miseria humana, relacionada con nuestro lecho de muerte; dónde encontraré la seguridad y los medios de alcanzar Mukti [la bienaventuranza final de un alma liberada; la absorción en Brahma], la bienaventuranza final. . . . . . Fue allí y entonces, cuando llegué a la determinación de que lo encontraría, costase lo que costase, y así me salvaría de las indecibles miserias de los últimos momentos de un incrédulo. El resultado final de tales meditaciones fue hacerme romper violentamente, y para siempre, con las mumerías de la mortificación externa y las penitencias, y apreciar tanto más los esfuerzos internos del alma. Pero mantuve en secreto mi determinación, y no permití que nadie penetrara en mis pensamientos más íntimos. Tenía entonces dieciocho años. Poco después, un tío, hombre muy culto y lleno de cualidades divinas, que había mostrado por mí la mayor ternura, y de quien yo había sido favorito desde mi nacimiento, expiró también; su muerte me dejó en un estado de total abatimiento, y con una convicción aún más profunda asentada en mi mente de que no había nada estable en este mundo, nada por lo que mereciera la pena vivir, o preocuparse, en una vida mundana.


     Aunque nunca había permitido que mis padres percibieran cuál era el verdadero estado de mi mente, cometí la imprudencia de confesar a algunos amigos lo repulsiva que me parecía la sola idea de una vida matrimonial. Esto fue comunicado a mis padres, y ellos determinaron inmediatamente que yo debía ser prometida de inmediato, y que la solemnidad del matrimonio se celebrara tan pronto como cumpliera los veinte años.


     Una vez descubierta esta intención, hice todo lo posible por frustrar sus planes. Pedí a mis amigos que intercedieran en mi favor, y defendí mi causa tan seriamente ante mi padre, que prometió posponer mi compromiso hasta el final de aquel año. Entonces empecé a suplicarle que me enviara a Benarés, donde podría completar mis conocimientos de la gramática sánscrita y estudiar astronomía y física hasta que hubiera alcanzado un dominio completo de estas difíciles ciencias. [La astronomía incluye la astrología en la India, y es en Benarés donde se enseña lo más sutil de la metafísica y de las llamadas ciencias ocultas]. Pero esta vez fue mi madre quien se opuso violentamente a mi deseo. Declaró que no debía ir a Benarés, ya que todo lo que me inclinara a estudiar podía aprenderse en casa, lo mismo que en el extranjero; que ya sabía bastante, y que de todos modos tenía que casarme antes del año siguiente, ya que los jóvenes, por exceso de instrucción, solían volverse a veces demasiado liberales y libres en sus ideas. No tuve mejor éxito en ese asunto con mi padre. Por el contrario, apenas le reiteré el favor que le había suplicado y le pedí que pospusiera mis esponsales hasta que volviera de Benarés, erudito y competente en artes y ciencias, mi madre declaró que en tal caso ni siquiera consentiría en esperar hasta fin de año, sino que se encargaría de que mi matrimonio se celebrara inmediatamente. Percibiendo al menos que mi insistencia no hacía sino empeorar las cosas, desistí y me declaré satisfecho con que se me permitiera proseguir mis estudios en casa, a condición de que se me permitiera ir a ver a un viejo amigo, un erudito pandit que residía a unas seis millas de nuestra ciudad, en una aldea perteneciente a nuestro Jamadaree. Entonces, con la autorización de mis padres, me dirigí allí y, bajo su tutela, continué tranquilamente mis estudios durante algún tiempo. Pero mientras estaba allí, me vi forzado de nuevo a confesar la insuperable aversión que sentía por el matrimonio. Esto volvió a casa. Me llamaron enseguida, y al volver me encontré con que todo estaba preparado para mi ceremonia matrimonial. Había entrado en mi vigésimo primer año y ya no tenía excusas que ofrecer. Ahora me daba cuenta de que ni me permitirían continuar mis estudios, ni mis padres consentirían en mi celibato. Fue entonces, llevado al último extremo, cuando resolví poner una barrera eterna entre yo y el matrimonio.


     Una tarde del año Samvat 1903, sin permitir esta vez que nadie me confiara nada, salí secretamente de mi casa, como esperaba hacer siempre. Pasando aquella primera noche en las inmediaciones de una aldea situada a unas ocho millas de mi casa, me levanté tres horas antes del amanecer, y antes de que la noche se hiciera de nuevo, había caminado más de treinta millas; evitando cuidadosamente la vía pública, las aldeas y las localidades en las que pudiera haber sido reconocido. Estas precauciones me resultaron útiles, pues al tercer día de haberme fugado, me enteré por un oficial del Gobierno de que un grupo numeroso de hombres, entre ellos muchos jinetes, andaban diligentemente en busca de un joven de la ciudad de -- que había huido de su casa. Me apresuré a seguir adelante, para encontrarme con otras aventuras. Un grupo de brahmanes mendigos me había liberado amablemente de todo el dinero que llevaba encima, y me había hecho desprenderme incluso de mis adornos de oro y plata, anillos, brazaletes y otras joyas, con el pretexto de que cuanto más donara en caridades, más me beneficiaría mi abnegación en la otra vida. Así, después de desprenderme de todo lo que tenía, me apresuré a llegar al lugar de residencia de un erudito, un hombre llamado Lala Bhagat, del que había oído hablar mucho en mi camino, a través de sanyasis y bairagees (mendicantes religiosos) errantes. Vivía en la ciudad de Sayale, donde me encontré con un brahmachari que me aconsejó que me uniera de inmediato a su sagrada orden, cosa que hice. . .


     Después de iniciarme en su orden y conferirme el nombre de Shuddha Chaitanya, me hizo cambiar mis ropas por el vestido que llevaban ellos: una prenda de color amarillo rojizo. Desde allí, y con este nuevo atuendo, me dirigí al pequeño principado de Kouthagangad, situado cerca de Ahmedabad, donde, para mi desgracia, me encontré con un Bairagi, residente de una aldea cercana a mi ciudad natal y buen conocedor de mi familia. Su asombro fue tan grande como mi perplejidad. Tras preguntarme naturalmente cómo había llegado allí, y con semejante atuendo, y enterarse de mi deseo de viajar y ver mundo, ridiculizó mi vestimenta y me reprochó que abandonara mi hogar por semejante objetivo. Ante mi desconcierto, consiguió informarse de mis futuras intenciones. Le hablé de mi deseo de participar en la Mella [Mella es una reunión religiosa, que a veces reúne a cientos de miles de peregrinos] de Kartik, que se celebraba ese año en Siddhpore, y que me dirigía a ella. Habiéndome separado de él, procedí inmediatamente a ese lugar, y tomé mi morada en el templo de Mahadev en Neelkantha, donde Daradi Swami y otros Brahmacharis ya residían. Durante un tiempo, disfruté de su compañía sin ser molestado, visitando a varios eruditos y profesores de divinidad que habían venido al Mella, y asociándome con varios hombres santos.


     Mientras tanto, el Bairagi que había conocido en Kouthagangad se había mostrado traicionero. Había enviado una carta a mi familia, informándoles de mis intenciones y señalando mi paradero. En consecuencia, mi padre había acudido a Siddhpore con sus sepoys (soldado indio), me siguió paso a paso por el Mella, aprendiendo algo de mí dondequiera que me sentara entre los eruditos pandits, y finalmente, una buena mañana apareció de repente ante mí. Su ira era terrible. Me reprochó violentamente, acusándome de traer una desgracia eterna a mi familia. Sin embargo, tan pronto como me encontré con su mirada, sabiendo bien que sería inútil tratar de resistirme a él, decidí de repente cómo actuar. Cayendo a sus pies con las manos juntas y en tono suplicante, le rogué que aplacara su ira. Me había marchado de casa por un mal consejo, le dije; me sentía desgraciado, y estaba a punto de volver a casa, cuando él había llegado providencialmente; y ahora estaba dispuesto a seguirle de nuevo a casa. A pesar de tal humildad, en un arrebato de cólera hizo jirones mi túnica amarilla, me arrebató la tumba [un recipiente para contener agua, hecho de una calabaza seca] y, arrancándomela violentamente de la mano, la arrojó lejos de mí, vertiendo al mismo tiempo sobre mi cabeza una lluvia de amargos reproches y llegando incluso a llamarme matricida. Sin tener en cuenta mis promesas de seguirle, me puso a cargo de sus cipayos (lo mismo que sepoys), ordenándoles que me vigilaran día y noche, y que no me perdieran de vista ni un momento.


     Pero mi determinación era tan firme como la suya, estaba empeñado en mi propósito y vigilaba de cerca mi oportunidad de escapar. La encontré aquella misma noche. Eran las tres de la madrugada, y el sepoy a quien le tocaba vigilarme, creyéndome dormido, se durmió a su vez. Todo estaba en calma, así que, levantándome suavemente y llevando conmigo una tumba llena de agua, salí a hurtadillas, y debí de correr más de una milla antes de que notaran mi ausencia. En mi camino, divisé un gran árbol cuyas ramas sobresalían del tejado de la pagoda; me subí a él con impaciencia y, escondiéndome entre su espeso follaje sobre la cúpula, esperé lo que el destino me tenía reservado. Hacia las cuatro de la mañana, oí y vi a través de las aberturas de la cúpula a los cipayos preguntando por mí y buscándome diligentemente tanto dentro como fuera del templo. Contuve la respiración y permanecí inmóvil, hasta que finalmente, creyendo que iban por mal camino, mis perseguidores se retiraron de mala gana. Temiendo un nuevo encuentro, permanecí oculto en la cúpula durante todo el día, y no fue hasta que volvió a oscurecer cuando, tras posarme, huí en dirección opuesta. Evité más que nunca las vías públicas, preguntando a la gente lo menos posible, hasta que llegué de nuevo a Ahmedabad, desde donde me dirigí inmediatamente a Baroda (es una ciudad al suroeste de la india). Allí me establecí por algún tiempo; y, en Chetan Math (templo) sostuve varios discursos con Bramhanand y un número de Brahmacharis y Sanyasis sobre la filosofía Vedanta. Fueron Bramhanand y otros hombres santos quienes establecieron a mi entera satisfacción que Brahma, la deidad, no era otra cosa que mi propio Yo - mi Ego, yo soy Brahma, una porción de Brahma; Jiva (Alma) y Brahma, la deidad, siendo uno.* Anteriormente, mientras estudiaba Vedanta, había llegado a esta opinión hasta cierto punto, pero ahora el importante problema estaba resuelto, y he obtenido la certeza de que yo soy Brahma. . . .




Este pasaje es de tal importancia que se adjunta aquí el original para la consideración de los eruditos. [ED. THEOS.]


     Al enterarme en Baroda, por una mujer de Benarés, de que se iba a celebrar en cierta localidad una reunión de los sabios más eruditos, me dirigí allí de inmediato, visitando a un personaje conocido como Satchidanand Paramahansa, con quien se me permitió discutir sobre diversos temas científicos y metafísicos. Por él supe también que había varios grandes sanyasis y brahmacharis que residían en Chanoda, Kanyali. En consecuencia, me dirigí a ese lugar de santidad, a orillas del Nurbuda, y allí me encontré por primera vez con verdaderos Diksheets, o Yoguis iniciados, y con Sanyasis tales como Chidashrama y varios otros Brahmacheris. Después de algunas discusiones, fui puesto bajo la tutela de un tal Parmanand Paramhansa, y durante varios meses estudié "Vedantasar", "Arya Harimide Totak", "Vedant Paribhasha" y otros tratados filosóficos. Durante este tiempo, como Brahmachari, tuve que preparar mis propias comidas, lo que resultó ser un gran impedimento para mis estudios. Para librarme de ello, decidí entrar, si era posible, en la 4ª Orden de los Sanyasis. Temiendo, además, ser conocido bajo mi propio nombre, a causa del orgullo de mi familia, y bien consciente de que una vez recibido en esta orden estaba a salvo, rogué a un pandit Dekkani, amigo mío, que intercediera en mi favor ante un Diksheet - el más erudito entre ellos, para que pudiera ser iniciado en esa orden de inmediato. Sin embargo, se negó en redondo a iniciarme, alegando mi extrema juventud. Pero no desesperé. Varios meses después, dos hombres santos, un swami y un brahmachari, vinieron del Dekkan y se instalaron en un edificio solitario y en ruinas, en medio de la selva, cerca de Chanoda y a unas dos millas de nosotros. Profundamente versado en la filosofía Vedanta, mi amigo, el Dekkani Pandit, fue a visitarlos, llevándome con él. Siguió una discusión metafísica que les llevó a reconocer en el otro a Diksheets de una vasta erudición. Nos informaron de que habían llegado de "Shrungiree Math", el principal convento de Shankaracharya, en el Sur, y que se dirigían a Dwarka. A uno de ellos, Purnanand Saraswati, le pedí a mi amigo Dekkani que me recomendara especialmente y que le expusiera al mismo tiempo el objetivo que deseaba alcanzar y mis dificultades. Le dijo que yo era un joven Brahmacheri, que estaba muy deseoso de proseguir sus estudios de metafísica sin impedimentos; que yo estaba completamente libre de cualquier vicio o hábitos duros, por lo cual él daba fe; y que, por lo tanto, me creía digno de ser aceptado en este grado probatorio más elevado, e iniciado en la 4ª Orden de los Sanyasis; añadiendo que así podría ser materialmente ayudado a liberarme de todas las obligaciones mundanas, y proceder sin trabas en el curso de mis estudios metafísicos.  Pero este Swami también se negó al principio. Dijo que yo era demasiado joven. Además, él mismo era de Maharashtra, por lo que me aconsejó que recurriera a un Swami de Gujardthi. Sólo cuando mi amigo le insistió fervientemente, recordándole que los Dekkani Sanyasis pueden iniciar incluso a los Gowdas, y que no podía existir tal objeción en mi caso, puesto que ya había sido aceptado y era uno de los cinco Dravids, consintió. Y, al tercer día siguiente, me consagró en la Orden, entregándome un Dand, [el bambú de tres y siete nudos de los Sanyadis que se les da como signo de poder, después de su iniciación], y nombrándome Dayanund Saraswati. Por orden de mi iniciador, sin embargo, y por mi propio deseo, tuve que dejar de lado el emblemático bambú - el Dand, renunciando a él por un tiempo, ya que las actuaciones ceremoniales relacionadas con él sólo interferirían e impedirían el progreso de mis estudios. . . . . . . . . . .


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* Sanyas. Hay diferentes condiciones y órdenes prescritas en los Shastras. (1) Brahmachari - quien lleva simplemente una vida de celibato, (2) Grahasthashrama - quien lleva una vida casada pero santa; (3) Vanaprasta - quien vive la vida de un ermitaño; (4) Sanyas o Chaturthashrama. Este es el más elevado de los cuatro; en él pueden entrar los miembros de cualquiera de los otros tres, siendo las condiciones necesarias para ello la renuncia a todas las consideraciones mundanas. A continuación se exponen las cuatro etapas sucesivas de esta vida: (A) Kuteechaka - Vivir en una cabaña, o en un lugar desolado y vestir una prenda de color rojo-ocre, llevar una vara de bambú de tres nudos y el pelo en el centro de la coronilla, tener el sagrado (B) Bahudaka - el que vive completamente apartado de su familia y del mundo, se mantiene de las limosnas recogidas en siete casas, y lleva el mismo tipo de vestimenta rojiza; (C) Hansa - el mismo que en el caso anterior, excepto que sólo lleva una caña de bambú de un nudo; (D) Paramahansa - el mismo que los otros, pero el asceta lleva el hilo sagrado, y su pelo y barba son bastante largos. Esta es la más elevada de todas estas órdenes. Un Paramahansa que se muestra digno está en el umbral mismo de convertirse en un Diksheet.


     Una vez terminada la ceremonia de iniciación, nos dejaron y se dirigieron a Dwarka. Durante algún tiempo, viví en Chanoda Kanyali como un simple Sanyasi. Pero, al oír que en Vyashram vivía un Swami a quien llamaban Yoganund, un hombre completamente versado en Yog,* a él me dirigí como un humilde estudiante, y comencé a aprender de él la teoría así como algunos de los modos prácticos de la ciencia de Yog (o Yoga Vidya). Cuando terminé mi instrucción preliminar, me dirigí a Chhinour, ya que en las afueras de esta ciudad vivía Krishna Shastree, bajo cuya guía me perfeccioné en la gramática sánscrita, y de nuevo regresé a Chhinoda, donde permanecí algún tiempo más. Allí conocí a dos Yoguis - Jwalanand Pooree y Shiwanand Giree, con quienes también practiqué Yoga, y los tres sostuvimos juntos muchas disertaciones sobre la exaltada Ciencia del Yoga; hasta que finalmente, por consejo de ellos, un mes después de su partida, fui a reunirme con ellos en el templo de Doodheshwar, cerca de Ahmedabad, lugar en el que habían prometido impartirme los secretos finales y los modos de alcanzar el Yoga Vidya. Cumplieron su promesa, y es a ellos a quienes estoy en deuda por la adquisición de la parte práctica de esa gran ciencia. Más tarde me fue revelado que había muchos Yoguis mucho más elevados y eruditos que los que yo había conocido -aunque no los más elevados- que residían en las cumbres de la montaña de Aboo, en Rajputana. Hacia allí viajé de nuevo, para visitar lugares de santidad tan notables como el Arvada Bhawanee y otros, encontrando por fin a aquellos que tan ansiosamente buscaba, en la cima del Bhawanee Giree, y aprendiendo de ellos varios otros sistemas y modos de Yoga. Fue en el año de Samvat 1911, que me uní por primera vez al Kumbha Mella en Hardwar, donde tantos sabios y filósofos divinos se reúnen, a menudo sin ser percibidos, juntos. Mientras duró la congregación de peregrinos del Mella, seguí practicando esa ciencia en la soledad de la selva de Chandee; y después que los peregrinos se separaron, me trasladé a Rhusheekesh, donde a veces en compañía de Yoguis buenos y puros [uno puede ser un Yogui, y sin embargo no un Diksheet, es decir, no haber recibido su iniciación final en los misterios del Yoga Vidya] y Sanyasis, más a menudo solo, continué en el estudio y la práctica del Yoga.


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Un "mago" de las religiones, prácticamente. Uno que puede abarcar el pasado y el rasgo en un presente; un hombre que ha alcanzado el estado más perfecto de clarividencia, y tiene un conocimiento profundo de lo que ahora se conoce como mesmerismo, y de las propiedades ocultas de la naturaleza, ciencias que ayudan al estudiante a realizar los mayores fenómenos; tales fenómenos no deben confundirse con los milagros, que son un absurdo.

 

The Theosophist Volumen 1, No 3, Diciembre de 1879 Parte 2.


      Después de pasar cierto tiempo en soledad, en el Rusheekesh, un Brahmachari y dos ascetas de montaña se unieron a mí, y los tres fuimos a Tidee. El lugar estaba lleno de ascetas y Pandits Raj (Reales), llamados así por su gran erudición. Uno de ellos me invitó a cenar con él en su casa. A la hora convenida, envió a un hombre para que me condujera a su casa, y tanto el Brahmachari como yo seguimos al mensajero. Pero, ¡cuál fue nuestra consternación al entrar en la casa, al ver primero a un brahmán preparando y cortando carne, y luego, al avanzar hacia los apartamentos interiores, al encontrar a una gran compañía de pandits sentados con una pirámide de carne, rabadillas y cabezas de animales adornadas ante ellos! El dueño de la casa me invitó cordialmente a pasar, pero, con unas breves palabras, rogándoles que continuaran con su buena obra y no se molestaran por mi causa, salí de la casa y regresé a mis propios aposentos. Pocos minutos después, el Pandit comedor de carne estaba a mi lado, rogándome que volviera, y tratando de excusarse diciendo que era por mi culpa que se habían preparado las suntuosas viandas. Entonces le declaré con firmeza que todo era inútil. Eran hombres carnívoros, comedores de carne, y yo un vegetariano estricto, que sentía náuseas ante la sola visión de la carne. Si insistía en proporcionarme comida, podía hacerlo enviándome algunas provisiones de grano y verduras que mi Brahmachari prepararía para mí. Prometió hacerlo y, muy confuso, se retiró.


     Permaneciendo en Tidee durante algún tiempo, pregunté al mismo Pandit acerca de algunos libros y tratados eruditos que quería conseguir para mi instrucción; qué libros y manuscritos podían conseguirse en aquel lugar, y dónde. Mencionó algunas obras sobre gramática sánscrita, clásicos, lexicografía, libros de astrología y los Tantras -o rituales-. Como estos últimos eran los únicos que desconocía, le pedí que me los consiguiera. El sabio me trajo varias obras sobre el tema. Pero apenas las abrí, me encontré con tal cantidad de obscenidades increíbles, malas traducciones, malas interpretaciones del texto y absurdos, que me sentí perfectamente horrorizado. En este Ritual encontré que el incesto estaba permitido con madres, hijas y hermanas (de la casta de los zapateros), así como entre los parias o los sin casta (expulsados), - y el culto se realizaba en un estado de desnudez perfecta*.................


* Por razones que se apreciarán preferimos dar el texto en hindi: -.




     Los licores espirituosos, el pescado y todo tipo de alimentos de origen animal, así como el Moodra (l) (exhibición de imágenes indecentes) . . . . . estaban permitidos, desde el brahmán hasta el mang. Y se declaró explícitamente que todas aquellas cinco cosas cuyo nombre comienza con la nasal (2), m, como por ejemplo, Madya (licor intoxicante); Meen (pescado); Maons (carne); Moodra; . . . . . y Maithoon . . . . . ¡eran tantos medios para alcanzar Muktee (salvación)! ¡Leyendo realmente todo el contenido de los Tantras me aseguré plenamente de la astucia y vileza de los autores de esta repugnante literatura que se considera RELIGIOSA! Dejé el lugar y fui a Shreenagar. . . .


(1) La palabra Moodra se ha entendido e interpretado de diversas maneras. Significa el sello de un personaje tanto real como religioso; un sello anular con iniciales grabadas. Pero también se entiende en otro sentido: el prístino y esotérico. Bhoochurri, Chachurri, Khechari, Churachari y Agochuri - estos cinco eran los Moodras practicados por los Aryas para cualificarse para el Yog. Son las etapas iniciales del difícil sistema de RAJ-YOG (Raja-Yoga), y los preliminares de Dhotipoti, la disciplina temprana de HAT-YOG (Hatha yoga). El Moodra es un curso bastante distinto e independiente de entrenamiento Yoga, cuya finalización ayuda al candidato a alcanzar Anima, Laghima y Garima. (Para el significado de estos Siddhis, véase el artículo sobre Yog-Vidya en el número de noviembre de THEOSOPHIST). Una vez pervertido el sentido de esta palabra sagrada, los brahmanes ignorantes la degradaron para implicar la representación pictórica de los emblemas de sus deidades, y para significar las marcas de esos emblemas sexuales embadurnados sobre sus cuerpos con Gopichand hecho de la arcilla blanquecina de los ríos considerados sagrados. Los Vaishnavas degradan la marca y la palabra menos que los Shaivas; pero los Shaktas, al aplicarla a los gestos obscenos y a las exposiciones indecentes de su sucio Ritual, han degradado por completo su significado ario. - Ed.


(2) Las siguientes son las cinco nasales en sánscrito; 



     Me instalé en un templo, en Kedar ghat, y utilicé estos Tantras como armas contra los pandits locales, siempre que había ocasión de discutir. Allí conocí a un sadhoo llamado Ganga Giri, que durante el día nunca abandonaba su montaña, donde residía en la jungla. Nuestra relación se convirtió en amistad, pues pronto me di cuenta de que era digno de todo respeto. Mientras estuvimos juntos, discutimos sobre Yoga y otros temas sagrados, y a través de preguntas y respuestas nos convencimos mutuamente de que éramos el uno para el otro. Tan atractiva era su sociedad para mí, que me quedé más de dos meses con él. Sólo al cabo de este tiempo, y cuando el otoño se acercaba, yo y mis compañeros, el Brahmachari y los dos ascetas, dejamos Kedar Ghat para ir a otros lugares. Visitamos Rudra Prayag y otras ciudades, hasta que llegamos al santuario de Agasta Munee. . . . . . . . . Más al Norte, hay un pico conocido como Shivpooree (ciudad de Shiva) donde pasé los cuatro meses de la estación fría; cuando, finalmente, me separé del Brahmachari y de los dos ascetas, procedí de vuelta a Kedar, esta vez solo y sin impedimentos en mis intenciones, y llegué a Gupta Kashee (3) (el secreto ............Benarés) . . . . . . . . . . . .


(3) Gupta Kashee - Gupta, secreto, oculto; Kashee, el antiguo nombre de Bernares - es un lugar sagrado envuelto en misterio. Se encuentra a unos 80 kilómetros de Badrinath. Sólo se ve un templo con columnas, pero entre los peregrinos prevalece la firme creencia de que este santuario sólo sirve como punto de referencia para indicar la ubicación del sagrado Benarés oculto, una ciudad entera, de hecho, bajo tierra. Creen que este lugar sagrado será revelado al mundo en su momento. Sólo los Mahatmas pueden llegar a él, y algunos lo habitan. Un erudito amigo Swami, nativo de Badrinath, muy respetado en Bombay, acaba de decirnos que existe una profecía según la cual dentro de veinticinco años Benarés empezará a declinar en todos los demás aspectos, como lo ha hecho durante mucho tiempo en santidad, y, debido a la maldad de los hombres, finalmente caerá. Entonces el misterio de Gupta Kashee será revelado y la verdad comenzará a amanecer sobre los hombres. Swami P---- afirma solemnemente que, habiendo visitado a menudo este mismo santuario, ha observado varias veces, con sus propios ojos, como si formas sombrías desaparecieran en la entrada, como si entraran hombres medio visibles o espectros de hombres. - Ed.


     Permanecí allí pocos días, y de allí me dirigí al santuario de Triyugee (Tres Yugas, o las tres épocas) Narayan, visitando en mi camino el tanque Gowree Koond (NT: Gauri kund, es un lugar de peregrinación), y la cueva de Bheemgoopha. Volviendo a los pocos días a Kedar, mi lugar favorito de residencia, descansé allí finalmente, un número de ascéticos adoradores brahmanes - llamados Pandas y los devotos del Templo de Kedar, de la secta Jangam, - haciéndome compañía hasta que regresaron mis anteriores compañeros, el Brahmachar, con sus dos ascetas. Seguí de cerca sus ceremonias y acciones, y observé todo lo que ocurría con el decidido propósito de aprender todo lo que había que saber acerca de estas sectas. Pero una vez cumplido mi objetivo, sentí un fuerte deseo de visitar las montañas circundantes, con sus hielos eternos y sus glaciares, en busca de esos verdaderos ascetas de los que había oído hablar, pero a los que aún no había conocido -los Mahatmas (1)-; estaba decidido, pasara lo que pasara, a averiguar si algunos de ellos vivían o no allí, como se rumoreaba. Pero las tremendas dificultades de este viaje montañoso y el frío excesivo me obligaron, desgraciadamente, a hacer primero indagaciones entre las tribus de las colinas y averiguar lo que sabían de tales hombres. En todas partes me encontré con una profunda ignorancia sobre el tema o con una superstición ridícula. Después de haber vagado en vano durante unos veinte días, desanimado, volví sobre mis pasos, tan solo como antes; mis compañeros, que al principio me habían acompañado, me habían abandonado, dos días después de haber partido, por miedo al gran frío. Ascendí entonces al pico Tunganath (2). Allí encontré un templo lleno de ídolos y sacerdotes oficiantes, y me apresuré a descender el pico el mismo día. Ante mí había dos caminos, uno que llevaba al oeste y otro al suroeste. Elegí al azar el que llevaba hacia la selva y ascendí por él. Poco después, el sendero me condujo a una densa jungla, con rocas escarpadas y un arroyo seco y sin agua. Allí el camino se detuvo bruscamente. Viéndome así detenido, tuve que elegir entre subir aún más alto o descender. Reflexionando sobre la altura que había hasta la cumbre, las tremendas dificultades de subir aquella colina áspera y empinada, y que la noche llegaría antes de que pudiera ascenderla, concluí que alcanzar la cumbre aquella noche era un imposible. Sin embargo, con mucha dificultad, agarrándome a la hierba y a los arbustos, logré alcanzar la orilla más alta del Nala (el arroyo seco), y de pie sobre una roca observé los alrededores. No vi más que atormentadas lomas, tierras altas y una densa jungla sin senderos que lo cubría todo, por donde nadie podía pasar. Mientras tanto, el sol descendía rápidamente hacia el horizonte. Pronto oscurecería y entonces, sin agua ni medios para encender fuego, ¡cuál sería mi situación en la lúgubre soledad de aquella jungla!


(1) Los Mahatmas, o literalmente Grandes Almas, de dos palabras - Maha, grande, y atma, alma (NT: Atma en su verdadero significado es Espirítu, pero para fines teosoficos se le da tambien el significado de Alma para designar a estos Seres Humanos, ya que para la Ciencia Esoterica Espiritu es solo UNO)- son esos adeptos misteriosos que la fantasía popular considera como "magos", y de los que todos los niños saben en la India, pero que se encuentran tan raramente, especialmente en esta época de degeneración. Con la excepción de algunos Swamis y ascetas de vida perfectamente santa, son pocos los que saben con certeza que existen y que no son mitos creados por fantasías supersticiosas. Tal vez le corresponda a Swami Dayanund, el gran y santo hombre, desengañar las mentes escépticas de sus degenerados compatriotas; especialmente de esta joven generación condecorada, la Jeunesse Doree de la India, la aristocracia LL.B. y M.A. - que, alimentada con el materialismo occidental e inspirada por la fría negación de la época, desprecia las tradiciones, así como la religión de sus antepasados, llamando a todo lo que fue considerado sagrado por estos últimos una "superstición podrida". Apenas se dan cuenta de que de la idolatría han caído en el fetichismo. Sólo han cambiado sus ídolos por otros más pobres, y siguen siendo los mismos.


(2) En Badrinath (India septentrional), en la orilla derecha del Bishenganga, donde el célebre templo de Vishnu, con manantiales minerales calientes en su interior, atrae anualmente a numerosos peregrinos, existe una extraña tradición entre los habitantes. Creen que los santos Mahatmas (anacoretas) han vivido en las inaccesibles cumbres de las montañas, en cuevas de gran belleza, durante varios miles de años. A su residencia sólo se puede acceder a través de una caverna perpetuamente ahogada por la nieve, que prohíbe el acercamiento de curiosos y escépticos. Los picos de Badrimith en esta vecindad están sobre 22.000 pies de alto. -

Desde que se escribió lo anterior, uno de nuestros más respetados y eruditos compañeros nos ha informado de que su Gurú (Preceptor) le dijo que mientras se detenía en el templo de Narayan, en el Himalaya, donde había pasado algunos meses, vio en él una placa de cobre con fecha, con una inscripción, que se dice que fue hecha por Shankaracharya, de que ese templo era el límite extremo donde uno debía ir al ascender el Himalaya. El Gurú también dijo que más arriba, en las alturas, y más allá de muros aparentemente infranqueables de nieve y hielo, vio varias veces a hombres de aspecto muy venerable, como se representa a los Rishis arios, con el pelo tan largo que les colgaba por debajo de la cintura. Hay razones para saber que vio correctamente, y que no carece de fundamento la creencia actual de que el lugar está habitado por adeptos y que nadie que no sea un adepto conseguirá jamás entrar. - (Ed.)


     A fuerza de grandes esfuerzos, sin embargo, y después de un agudo sufrimiento a causa de las espinas, que me desgarraron la ropa, me hirieron todo el cuerpo y me laceraron los pies, conseguí cruzar la jungla y, por fin, llegué al pie de la colina y me encontré en la carretera. Todo era oscuridad a mi alrededor y sobre mí, y tuve que elegir mi camino al azar, tratando sólo de mantenerme en la carretera. Por fin llegué a un grupo de cabañas y, al enterarme por la gente de que aquel camino conducía a Okhee Math, dirigí mis pasos hacia aquel lugar y pasé allí la noche. Por la mañana, sintiéndome suficientemente descansado, regresé al Gupta Kashee (el Benarés secreto), desde donde había emprendido mi viaje hacia el Norte. Pero aquel viaje me atraía, y pronto me dirigí de nuevo a Okhee Math, con el pretexto de examinar aquella ermita (capilla) y observar el modo de vivir de sus moradores. Allí tuve tiempo de examinar a placer, aquel famoso y rico monasterio, tan lleno de piadosas pretensiones y de un alarde de ascetismo. El sumo sacerdote (o ermitaño principal), llamado Mahant, trató por todos los medios de inducirme a que me quedara a vivir allí con él, convirtiéndome en su discípulo. Incluso me ofreció la perspectiva, a su juicio deslumbrante, de heredar algún día sus millones de rupias, su esplendor y su poder y, finalmente, sucederle en el cargo de Mahant, o rango supremo. Yo le respondí francamente que si alguna vez hubiera anhelado tales riquezas o gloria, no habría abandonado en secreto la casa de mi padre, que no era menos suntuosa o atractiva que su monasterio, con todas sus riquezas. "El objeto que me indujo a prescindir de todas estas bendiciones mundanas", añadí, "me parece que ni te esfuerzas por conseguirlo, ni posees el conocimiento de ello". Preguntó entonces cuál era el objeto por el que tanto me esforzaba. "Ese objeto", le contesté, "es el conocimiento secreto, el Vidya, o la verdadera erudición de un Yogui genuino; el Mooktee, que sólo se alcanza mediante la pureza del alma, y ciertos logros inalcanzables sin ella. Mientras tanto, el cumplimiento de todos los deberes del hombre hacia sus semejantes, y la elevación de la humanidad por ello".


     El Mahant observó que aquello era muy bueno y me pidió que permaneciera con él al menos algún tiempo. Pero yo guardé silencio y no respondí: Aún no había encontrado lo que buscaba. A la mañana siguiente, levantándome muy temprano, abandoné aquella rica morada y me dirigí a Joshee Math. Allí, en compañía de Dakshanee, o Maharashtra Shastrees y Sannyasis, los verdaderos ascetas de la 4ª Orden, descansé un rato.


The Theosophist Volumen 2, Bombay (Mumbai) Noviembre de 1880, Autobiography of Dayanund Saraswati Swami. Parte 3.

(Querido lector, la parte tres de la autobiografía de Swami, el texto original y que se encuentra a disposicion del publico esta en mayor grado ininteligible (por una mala impresión del The Theosophist Vol.2, Noviembre de 1880), por lo que se hizo un gran esfuerzo por traducir esta tercera parte con el material disponible a la mano. Se cotejaron algunas versiones disponibles en internet para encontrar una posible solución a este problema, pero se encontro lastimisamente que todas ellas estaban alteradas, se agregaron y se suprimieron palabras e incluso parrafos completos que swami no decia en la carta original entregada por él mismo para "The Theosophist" por lo que he decido basarme unica y exclusivamente en el material original que tengo a la mano.) 


     En Joshee Math (Joshimath) conocí a muchos Yoguis y ascetas eruditos y, en una serie de discusiones aprendí más sobre Yog-Vidya......... y separándome de ellos, fui a Badrinarayan (Badrinarayana). El erudito Rawaljee era entonces el sacerdote principal de ese templo, y viví con él unos días. Discutimos sobre los Vedas y el "Darsansastra" (Darshan Shastra). Habiéndole preguntado si conocía a algún yogui auténtico en las proximidades, me enteré, muy a mi pesar, de que no había ninguno allí en aquel momento, pero que él había oído que tenían la costumbre de visitar su templo de vez en cuando. Entonces decidí buscarlos por todo el país y especialmente en las colinas. 

     Una mañana, al despuntar el día, me puse en camino; cuando, siguiendo al pie de las montañas, llegué por fin a las orillas del río Alaknanda. No tenía deseos de cruzarlo, pues vi en su orilla opuesta la gran aldea llamada "Mana". Manteniéndome, pues, todavía al pie de las colinas, dirigí mis pasos hacia la selva siguiendo el curso del río las colinas y el camino en sí estaban espesamente cubiertos de nieve y, con la mayor dificultad, logré llegar al lugar donde se dice que nace el Alaknanda. Pero una vez allí, encontrándome rodeado de altas colinas por todos lados, y siendo un extraño en el país, mi progreso, desde ese momento se retrasó enormemente. Muy pronto, el camino se interrumpió bruscamente y no encontré ni siquiera vestigios de una senda. No sabía qué hacer, pero finalmente decidí cruzar el río y buscar el camino. Iba mal abrigado y el frío era intenso y pronto se hizo insoportable. Hambriento y sediento, intenté engañar a mi hambre tragando un trozo de hielo, pero no conseguí aliviarme. Entonces empecé a vadear el río. en algunos lugares era muy profundo, en otros poco profundo -no más de un codo de profundidad- pero de ocho a diez codos de ancho. el lecho del río estaba cubierto de pequeños y fragmentarios trozos de hielo que herían y hacían sangrar mis pies desnudos. por suerte el frío los había entumecido bastante, e incluso las grandes grietas sangrantes me dejaron insensible durante un rato. resbalando en el hielo más de una vez, perdí pie y estuve a punto de caerme y morir congelado en el acto .


     Porque si me hubiera encontrado postrado sobre el hielo, me habría dado cuenta de que, entumecido como estaba, me resultaría muy difícil volver a levantarme. Sin embargo, con gran esfuerzo, y tras una terrible lucha, conseguí ponerme a salvo en la otra orilla. Una vez allí, más muerto que vivo. Me apresuré a desnudar toda la parte superior de mi cuerpo; y, con toda la ropa que llevaba encima, a envolverme los pies hasta las rodillas y luego exhausto, hambriento, incapaz de moverme. Me quedé esperando ayuda, sin saber de dónde vendría. Por fin, lanzando una última mirada a mi alrededor. Divisé a dos montañeses que se acercaron y, tras saludarme con su "kashisamba", me invitaron a seguirles hasta su casa, donde encontraría comida. Enterados de mi problema, prometieron además guiarme a "sadpat", un lugar muy sagrado; pero rechacé sus ofrecimientos, pues no podía caminar, No obstante su apremiante invitación, me mantuve firme y no quise "armarme de valor" " y seguirlos como ellos querían; sino que, después de decirles que prefería morir, me negué incluso a escucharlos. Se me había ocurrido la idea de que era mejor regresar y proseguir mis estudios. Los dos hombres me dejaron y pronto desaparecieron por las colinas. Habiendo descansado, proseguí mi camino de regreso.* Deteniéndome unos minutos en basudhara, un lugar sagrado de baño, y pasando por el barrio de managram, llegué a badrinarayan a las ocho de la tarde. Al verme, Rawaljee y sus compañeros se asombraron mucho y me preguntaron dónde había estado desde primera hora de la mañana. 


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 * Aquí, el Swamijee se salta uno de los episodios más interesantes de su viaje, ya que no quiere revelar el nombre ni mencionar a la persona que le salvó. Se lo cuenta a sus amigos, pero se abstiene de publicar los hechos. ED. Theos.


     Entonces les conté sinceramente todo lo que me había sucedido. Aquella noche, después de reponer fuerzas con un poco de comida, me acosté, pero al día siguiente me levanté temprano, me despedí de Rawaljee y emprendí el viaje de regreso a Rampur. Aquella tarde llegué a casa de un ermitaño, un gran asceta, y pasé la noche en su casa. Aquel hombre tenía la reputación de ser uno de los mayores sabios vivos, y mantuve con él una larga conversación sobre temas religiosos. Más fortalecido que nunca en mi determinación, le dejé a la mañana siguiente, y tras atravesar colinas, bosques y haber descendido el chilkiaghattee, llegué por fin a rampur, donde me alojé en casa del célebre ramgiri, tan famoso por la santidad y pureza de su vida. Me pareció un hombre de hábitos extraordinarios. No dormía nunca, sino que solía pasarse noches enteras manteniendo conversaciones, a veces en voz muy alta, aparentemente consigo mismo. A menudo oíamos fuertes gritos y luego llantos, aunque no había nadie en su habitación con él. Muy sorprendido, pregunté a sus discípulos y alumnos y me dijeron que esa era su costumbre, aunque nadie supo decirme qué significaba. Buscando una entrevista con él, supe algún tiempo después lo que realmente era; y así pude convencerme de que no era cierto que practicara el Yoga, sino que sólo estaba parcialmente versado en él. No era lo que yo buscaba.

     Le dejé y me dirigí a Kasipur, y de allí a Drona Sagar, donde pasé todo el invierno. De allí de nuevo a Simbal a través de Moradabad, cuando, después de cruzar Gurh Maktuswar me encontré de nuevo en las orillas del Ganges. Además de otras obras religiosas. Llevaba conmigo el "Sibsanda" "Hat- pradipika" , "Yog-bij" y "Keberanda Sangata", que solía estudiar durante mis viajes. Algunos de estos libros trataban sobre el Narichakant y los Narichakars, (sistema nervioso) dando descripciones muy exhaustivas del mismo, que nunca pude captar, y que finalmente me hicieron dudar de la exactitud de estas obras. Llevaba algún tiempo intentando disipar mis dudas, pero aún no había encontrado la oportunidad. Un día me encontré por casualidad con un cadáver flotando río abajo. Se me presentó la ocasión y me quedé con las ganas de cerciorarme de la exactitud de las afirmaciones contenidas en los libros sobre anatomía y órganos internos del hombre. Despojándome de los libros que tenía cerca y quitándome la ropa, entré resueltamente en el río y pronto saqué el cadáver y lo deposité en la orilla. Luego procedí a abrirlo con un gran cuchillo de la mejor manera que pude. Saqué y examiné el kamal (el corazón) y cortándolo desde el ombligo hasta las costillas, y una parte de la cabeza y el cuello, los examiné cuidadosamente y los comparé con las descripciones de los libros. Encontré que no coincidían en absoluto. Rompí los libros en pedazos y los arrojé al río tras el cadáver. A partir de entonces llegué gradualmente a la conclusión de que, con excepción de los Vedas, los Upanishadas, Patanjali y Sankhya, todas las demás obras sobre ciencia y Yog eran falsas. Habiendo permanecido algún tiempo en las orillas del Ganges, llegué luego a Furrukabad; cuando justo al pasar Sreenjeeram estaba internándome en Cawnpur por el camino al este del acantonamiento, se completó el año samvat de 1912. Durante los cinco meses siguientes, visité muchos lugares entre Cawnpur y allahabad . A principios de Bhadrapad, llegué a Mirzapur donde me detuve durante un mes más o menos cerca del santuario de Brindachal Asoolasjee; y al llegar a Benares a principios de Ashwin, me alojé en la cueva ( En la confluencia del Baruna y el Ganges ) que entonces pertenecía a Bhunanda Saraswati. Allí, me encontré con Kakaram, Rajaram y otros Shastrees, pero me detuve allí sólo doce días y reanudé mis viajes tras lo que buscaba . Fue en el santuario de Durga-koho en Chandalgarh, donde pasé diez días, que dejé de comer arroz por completo, y viviendo sólo de leche me entregué por completo al estudio del Yoga que practiqué día y noche. Desgraciadamente, esta vez adquirí el hábito de consumir bhang, una hoja fuertemente narcótica, y a veces me sentía bastante intoxicado por su efecto. Al salir del templo, llegué a una pequeña aldea cercana a Chandalgarh, donde me encontré con un antiguo asistente mío. Al otro lado de la aldea, y a cierta distancia, había un Siralaya (templo de Shiva) donde pasé la noche bajo sus muros. Allí, bajo la influencia del bhang. Me dormí profundamente y esa noche tuve un sueño. Me pareció ver a Mahadeo (otro nombre del Dios Shiva) y a su esposa Parvati, que conversaban juntos y el tema de su conversación era yo mismo. Parvati le decía a Mahadeo que yo debía casarme, pero el dios no estaba de acuerdo con ella. Ella señaló el bhang... Este sueño me molestó mucho cuando desperté. Llovía y me refugié en la veranda frente a la entrada principal del templo, donde estaba la enorme estatua del dios Toro Nandi. Colocando mi ropa y mis libros en su lomo, me senté a meditar; cuando de repente se me ocurrió echar un vistazo al interior de la estatua, que estaba vacía, vi a un hombre oculto en su interior. Le tendí la mano y debió de asustarse, pues, saltando de su escondite, se puso en marcha en dirección a la villa. Entonces me arrastré a mi vez hasta la estatua y dormí allí el resto de la noche. Por la mañana vino una anciana y adoró al Dios Toro conmigo dentro. Más tarde, regresó con ofrendas de "Gur" (melaza) y una olla de "Dahi" (leche cuajada) que, haciéndome una puja (a quien evidentemente confundía con el dios mismo) me ofreció y deseó que aceptara y comiera. No la desengañé, sino que, como tenía hambre, me lo comí todo. La cuajada, al ser muy agria, resultó ser un buen antídoto para el bhang y disipó todo atisbo de intoxicación, lo que me alivió mucho. Luego continué mi viaje hacia las colinas y hacia aquel lugar donde nace el Nerbudda. Ni una sola vez pregunté mi camino, sino que seguí viajando hacia el sur. Pronto me encontré en un paraje desolado cubierto densamente de selvas, con chozas aisladas que aparecían de vez en cuando entre los arbustos a distancias irregulares. 

     En uno de esos lugares bebí un poco de leche y seguí adelante... Pero media milla más allá, me detuve en seco. El camino había desaparecido bruscamente y sólo quedaban estrechos senderos que llevaban a no sabía dónde. Pronto me adentré en una lúgubre jungla de ciruelos silvestres y hierbas muy espesas y enormes, sin señales de sendero alguno, cuando de repente me encontré de frente con un enorme oso negro. la bestia gruñó ferozmente, y levantándose sobre sus patas traseras, abrió de par en par su boca para devorarme. Permanecí inmóvil durante algún tiempo y luego levanté lentamente mi delgado bastón sobre él, y el oso huyó despavorido. Tan fuerte era su rugido que los aldeanos a quienes acababa de dejar, al oírlo, corrieron en mi ayuda y no tardaron en aparecer armados con grandes palos y seguidos por sus perros. Intentaron convencerme de que volviera con ellos. Si seguía adelante, dijeron, tendría que enfrentarme a los mayores peligros en las selvas que en aquellas colinas eran el hábitat de osos, búfalos, elefantes, tigres y otras bestias feroces. Les pedí que no se preocuparan por mi seguridad, pues estaba protegido, ansiaba ver las fuentes del Nerbudda y no cambiaría de idea por temor a cualquier peligro. Entonces, viendo que sus advertencias eran inútiles, me dejaron después de haberme hecho aceptar un palo más grueso que el mío para "defensa propia", dijeron, tiré el palo inmediatamente. Aquel día viajé sin detenerme hasta que anocheció. Durante largas horas no había percibido el menor rastro de vivienda humana a mi alrededor, ni aldeas en la lejanía, ni siquiera una cabaña solitaria, ni un ser humano. 

     Pero lo que más encontraron mis ojos fue una serie de árboles, retorcidos y rotos, que habían sido arrancados de raíz por los elefantes salvajes y que, derribados por ellos al suelo, obstruían el paso, ya de por sí difícil. Más adelante me encontré en una densa e impenetrable jungla de ciruelos y otros arbustos espinosos de la que, al principio, no vi forma de salir. Sin embargo, en parte arrastrándome sobre el vientre, en parte arrastrándome sobre las rodillas, vencí este nuevo obstáculo y después de pagar un pesado tributo con trozos de mi ropa e incluso de mi propia piel, sangrando y exhausto salí de allí. Había oscurecido bastante para entonces, pero aunque esto impidió mi avance, no lo detuvo, y seguí adelante, hasta que me encontré completamente rodeado de altas rocas y colinas cubiertas de una densa vegetación, pero con evidentes signos de estar habitadas. Pronto vi unas cuantas cabañas rodeadas de montones de estiércol de vaca, un rebaño de cabras pastando a orillas de un pequeño arroyo de agua cristalina y algunas luces que brillaban entre las grietas de las paredes. Resuelto a pasar allí la noche y no ir más lejos hasta la mañana siguiente, me refugié al pie de un gran árbol que daba sombra a una de las chozas. Después de lavarme los pies, la cara y las manos sangrantes en el arroyo, apenas me había sentado a rezar mis oraciones, cuando de repente me vi perturbado en mis meditaciones por el fuerte sonido de un tom-tom. Poco después, vi una procesión de hombres, mujeres y niños, seguidos de sus vacas y cabras, que salían de las chozas y se preparaban para una fiesta religiosa nocturna. al ver a un extraño, todos se reunieron a mi alrededor, y un anciano se acercó preguntando de dónde había aparecido. Les dije que habia venido de Benarés y que estaba peregrinando a las fuentes de Nerbudda. Pero al cabo de una media hora, llegó uno de sus jefes acompañado de dos Hillman y se sentó a mi lado. Vino como delegado para invitarme a sus chozas, pero, como antes, rechacé la oferta (porque eran idólatras). Al saber que yo consumía leche como alimento, el amable jefe me pidió mi "kamandalu" (cuenco) y me lo trajo lleno de leche, de la que bebí un poco aquella noche. Luego se retiró, dejándome bajo la protección de mis dos guardias. Esa noche dormí profundamente hasta el amanecer, cuando al levantarme y después de haber completado mis devociones, me preparé para nuevos acontecimientos". 


(Aquí termina la autobiografía de Swami a pesar de que en The Theosophist "Noviembre de 1880" al final indica un "Continuara")




PRESENTACIÓN.

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